¿Alguna vez se ha preguntado cuál es el origen de la envidia? En la superficie, puede parecer una reacción que ocurre cuando queremos algo que otra persona tiene. Pero, en realidad, es resentimiento hacia Dios por no habernos dado lo que le dio a otra persona.
Los celos surgen de un corazón dominado por:
LA CODICIA. Nos volvemos descontentos con lo que Dios nos ha dado, y queremos lo que tienen otras personas, creyendo que eso nos hará felices.
EL EGOÍSMO. Nos comparamos con los demás y, en vez de alegrarnos con ellos, nos concentramos en nuestra propia vida y en lo que no tenemos.
EL ORGULLO. Ver el éxito de otros nos hace sentir incompetentes y, en un intento por confortarnos, los menospreciamos a ellos y a sus logros.
Los celos y la envidia pueden causar un gran daño a las relaciones y a la salud espiritual. Por eso es importante actuar con rapidez, corrigiendo esas actitudes antes de que se conviertan en un hábito. En la primera percepción de tal manera de pensar, confiéselo como pecado y reconozca el derecho que Dios tiene de bendecir a otra persona con abundancia. Luego, exprese gratitud por lo que el Señor le ha dado, y pídale que le ayude a alegrarse con otras personas a quienes Él ha bendecido.